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Te quiero contar mi historia (1)

Te puedo decir que mi llegada a este mundo estuvo rodeada de situaciones atípicas, esa es una palabra que hace parte de mi definición como persona, teniendo en cuenta que lo atípico es aquello conocido por sus características peculiares.

Mis padres no fueron novios, se casaron sin conocerse a profundidad como los matrimonios antiguos y luego de la fecha del SÍ, al mes me convertí en cigoto, fui gestada en tierras extranjeras así que por poco dejo de nacer en mi tierra amada y querida, la tierra de mis ancestros.  (Sobre ellos les hablaré en otra ocasión).

Cuenta mi mamá que él parto fue difícil, rompió fuente estando fuera de la ciudad, andaba de paseo en sus 9 meses de embarazo, yo sospecho que el ajetreo fue la campanada que me sugirió modestamente, es hora de salir del saco embrionario y bueno, salí.

Para sorpresa de todos, mis características fenotípicas no correspondían al dominante de mi familia, por mi línea materna predominan los mulatos, (mi mamá es una mulata muy linda) y por la paterna se podrían llamar mestizos ellos son blancos y de cabellos claros u oscuros, (mi papá tiene unos lindos ojos avellana que me encantan, aunque dicen que los tuvo azules de bebé). 

Entonces, esa bebé ósea yo, nació de piel clara, ojos oscuros y cabellos rojos zanahoria, cuentan mis padres que hacía parte de la típica escena donde todos quieren visitar a la recién nacida para comprobar si los rumores son ciertos, pero que a espaldas murmuran insinuando frases como “seguro la cambiaron en el hospital” o lo más cruel “seguro  no es hija del papá”, pensamientos y comentarios que fueron a lo largo de muchos años motivo de múltiples ideas de pertenecer a otra familia, creo que me sentía identificada con esas películas en que aparecía la familia biológica buscando la hija perdida, lo cierto es que no me he hecho ninguna prueba de ADN y no me interesa porque para mi ellos son mi verdadera familia.  

Un día de abril nací yo y ante la sorpresa de mi apariencia, mi mamá siempre decía que una bisabuela suya era pelirroja, mi papá que su barba lo era y, otros dijeron que de la mezcla de blanco con negro sale esa combinación.  La verdad es que de unas 200 personas que conforman mi círculo familiar por ambos lados ninguno es como yo, bueno, si miramos a mi hermana no puedo negar que es parecida a mi, pero nadie con los pelos color fuego, ni siquiera nuestros hijos lo heredaron.  

Ese detalle me lleva a pensar que la naturaleza quiso expresar a través de mi que el gen recesivo existe y que prueba de ello he sido yo.  Lo anterior lo menciono porque creo que la apariencia sería el lado bonito de esa condición, siempre fui muy llamativa por esos rasgos, fui bendecida por otros atributos de los que no me puedo quejar pero, el lado oscuro de toda esta historia es que en lo profundo, ese mismo día en que nací, oculto en mi ADN estaba la sorpresa que nunca esperábamos.

En la adolescencia se comenzó a expresar algo diferente en mí pero la información disponible para diagnosticar no era suficiente, el Dr. Goyeneche dijo, esta chica tiene algo llamado prolapso de la válvula mitral, pero es algo casi normal, no hay de qué preocuparse, así que continué mi vida de manera normal porque pensaba que así lo era.  Fui una mujer muy activa, salía a trotar, hacía aeróbicos, rumbeaba, no tomaba porque entre mis peculiaridades soy alérgica al alcohol, pero sí bailé hasta la madrugada, también practiqué buceo, me encanta hacerlo a pulmón libre y me lancé a practicar rugby subacuático, quise pertenecer al grupo de danza de la universidad pero en la prueba ocurrió el primer suceso peculiar, perdí el conocimiento bailando mapalé.  En la enfermería me atendieron, dijeron que pudo ser una baja de azúcar, me hicieron exámenes y el diagnóstico fue: es hipoglucémica.  Se suponía que era porque no comía bien y es que quien come como Dios manda cuando está en la universidad, lo cierto es que en algún momento ya no lo era, así que adiós problemas de baja de azúcar.

Cumpliendo con los requisitos de mi ciclo vital personal, un día me casé, salí del nido oficialmente, siendo la mayor yo marcaba una nueva etapa en el ciclo vital familiar.  Como es lo más frecuente un día también quedé embarazada, fue emocionante, recuerdo que quería una niña pero eso no quería decir que no quisiera un niño, es decir que lo fuese a rechazar, corrí con la suerte de tener una bebita muy preciosa, era mi muñequita.  Pasados ocho meses de ese gran hito en mi vida ocurrió otro que me clavaría un puñal directo al pecho.

El médico que me hacía los controles posparto dijo que veía algo diferente en mi corazón, me hicieron dos pruebas para confirmar la sospecha y salió positiva, oficialmente era diagnosticada con una enfermedad cardiaca progresiva, delicada, muy rara y de inmediato fui hospitalizada pues hasta ese momento siempre viví en riesgo de morir súbitamente por un defecto congénito en mi corazón.  Fui sometida a cirugía y me convertí en cyborg jajaja, así lo llamó yo porque me implantaron un dispositivo que actúa como los desfibriladores de las películas cuando hay que revivir a las personas que acaban de morir, el aparato se llama cardiodesfibrilador implantable.

Creo que se preguntarán, como ya muchas personas lo han hecho, ¿Y alguna vez te ha descargado el aparato?, ¿Qué se siente?.  La respuesta es que SI, si me ha hecho una fuerte descarga eléctrica en varias ocasiones, algunas apropiadas y otras falsas porque su tecnología aún no identifica cuales son las arritmias buenas y malas.  Y ¿Cómo se siente?, es como si pasaras a otra dimensión y duele pero no me alcanzo a desmayar como les ha pasado a muchas personas que ya no están en este mundo debido a la enfermedad.  

Es muy usual en deportistas de alto rendimiento encontrar relatos que mientras entrenan se mueren repentinamente y es precisamente porque esa enfermedad que es muy difícil de diagnosticar pero en mi caso agradezco a la vida, a Dios y a mi bebé la posibilidad de poder vivir y la oportunidad de poder seguir disfrutando de las maravillas que existen. 

Entonces porque no creer en los milagros si me siento como uno de ellos. Esta sensación de especialidad me ha ayudado mucho a afrontar lo que se vino después de ello, pero creo que tendrás curiosidad por saber qué ha pasado desde entonces, cómo es mi vida con esa nueva condición, bueno, eso amerita otro relato especial.

 

Astrid Montoya

Mentora de Liderazgo y Empoderamiento Personal | Experta en Ikigai para mujeres.

Astrid Montoya

Mentora de Liderazgo y Empoderamiento Personal | Experta en Ikigai para mujeres.