Al levantarnos pensamos en todas las actividades que debemos hacer sobre el trabajo, la casa, los compromisos adquiridos, la familia, las responsabilidades y de esta manera puede crecer la lista de todo lo que nos planteamos hacer. Ese comportamiento nos lleva en la mayoría de los casos a actuar en piloto automático, a veces lidiando con pensamientos rumiantes sobre temas diversos que hacen parte de esa estructura de preocupaciones y tensiones del diario vivir.
Un día mientras desayunaba, pensaba en lo rico que sería ir a mi sitio preferido de wafles a comer el que más me gusta, “frutos del bosque”. Pero al pensar con quien iría para compartir ese momento la lista se redujo a cero, porque las personas que tenía en mente tenían compromisos propios, así que no encontré compañía para calmar mi pequeño antojo y deje de hacerlo.
Algo pasó, tal vez un llamado de mi inconsciente sobre viejas lecturas hechas me habló:
– ¿Y qué pasó con aquella recomendación del ese autor interesante sobre darse espacios para si mismo?. Me hablaba concretamente de la iniciativa de hacer citas semanales o quincenales con tu propio yo, espacios para pensar, para relajarse, para reflexionar, para tener un tiempo OFF y hacer lo que realmente nos fascina.
Así que pensé, es cierto, no necesito compañía para disfrutar mi momento favorito, me prometo romper con ese pensamiento, sacar el tiempo para mi, saborear deliciosamente mis momentos, estar sola es estar conmigo y estar conmigo también es gozar la vida, tener mis espacios a consciencia y planificados para sólo estar, para contemplar, para simplemente tomarme esa soda de lychee y observar con asombro mi alrededor.
Ahora hay una promesa conmigo, “sin miedo a disfrutar de mi”.